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Lemkin Institute

A 45 años del secuestro de Héctor Oesterheld, su martirio en cautiverio y la masacre de su familia

El 27 de abril de 1977 un grupo de tareas de la dictadura secuestró a Héctor Germán Oesterheld. Para entonces, dos de sus hijas ya habían sido asesinadas, y durante su cautiverio los torturadores se jactaron de haber matado a los dos restantes y a sus yernos. El recuerdo de Francisco Solano López, el dibujante de su inigualable historieta. Las huellas de su gran obra

El 27 de abril de 1977 un grupo de tareas de la dictadura secuestró a Héctor Germán Oesterheld, guionista de El Eternauta

“Esto significa que la nevada mortal caerá sobre la Tierra en 1963… que, dentro de cuatro años, los Ellos descargarán sobre nosotros su espantosa invasión... ¿Qué hacer? ¿Qué hacer para evitar tanto horror?”, se pregunta el personaje del historietista, casi al final de El Eternauta, después de escuchar el relato de Juan Salvo, el viajero eterno.


El historietista es Héctor Germán Oesterheld y desde su propio personaje anticipa un futuro cercano de devastación. Con el tiempo, la historia del país le mostrará que, si bien acertó los hechos, erró la fecha de la invasión de los Ellos, que no será 1963 sino 1976.


Tampoco Juan Salvo, El Eternauta, le habló a Oesterheld sobre la suerte que correría con la llegada de los Ellos. Quizás porque la fantasía de ningún guion de historieta era capaz de encerrar tanto horror.

Héctor Germán Oesterheld, su esposa Elsa Sánchez y sus cuatro hijas: Estela, Beatriz, Diana y Marina. El padre y las cuatro hijas fueron masacrados por la dictadura [Foto libro Los Oesterheld]

Tal vez Juan Salvo tuvo piedad por su propio creador y por eso no le contó que en su viaje por la eternidad había visto cómo un grupo de tareas lo emboscaba en una calle de una ciudad llamada La Plata; que para ese momento dos de sus hijas ya estarían desaparecidas por una dictadura cuyo terror sistemático era inimaginable; que después de su secuestro, en las mazmorras, sus torturadores le dirían que también mataron a sus otras dos hijas y que entonces no le quedaría ninguna; que también desaparecerían dos de sus yernos; que uno de sus nietos sería apropiado y privado de su identidad, y que otro también, pero sería recuperado.


No le dijo nada de ese infierno personal y familiar en la que lo sumergiría la dictadura de los Ellos uniformados.