Fue violada y torturada durante 10 dĂas por soldados rusos en Izyum:
âTallĂ© mi nombre en la pared por si morĂaâ
Alla fue secuestrada en la ciudad en el noreste de Ucrania, donde las fuerzas de ocupaciĂłn la ultrajaron y golpearon de manera sistemĂĄtica para obtener informaciĂłn sobre el suministro de gas a la zona
Poco después de que las fuerzas rusas la tomaran prisionera, la mujer de 52 años tomó un clavo y talló su nombre en una pared de ladrillos.
A-L-L-A, escribiĂł.
Abajo, marcĂł cuĂĄntos dĂas habĂa estado detenida en el cobertizo fuera de una clĂnica mĂ©dica en su ciudad natal. Arriba, escribiĂł en palabras simples lo que habĂa soportado en cautiverio: DESCARGA ELĂCTRICA. DESVESTIR. DOLOROSO.
Esperaba que las marcas algĂșn dĂa sirvieran como pistas para su hijo sobre lo que esperaba que fueran los Ășltimos dĂas de su vida.
âPensĂ© que si mi hijo me buscaba, podrĂa encontrar estos escritos y entender que yo estaba allĂ y morĂa allĂâ, recordĂł mĂĄs tarde.
Algunos de los escritos de Alla todavĂa son visibles en el pequeño cobertizo en Izyum, la ciudad en el noreste de Ucrania, donde dijo que las fuerzas rusas de ocupaciĂłn la torturaron, violaron y golpearon mientras estuvo cautiva durante 10 dĂas en julio.
Los hombres que la detuvieron, dijo Alla, buscaban informaciĂłn sobre su hijo, que trabaja para el servicio de seguridad interna de Ucrania, el SBU, y sobre su propio trabajo en la compañĂa de gas de la regiĂłn. Su esposo, que trabajaba en la misma empresa, tambiĂ©n fue detenido y torturado en la propiedad de la clĂnica.
El relato de Alla sobre su trato a manos de las fuerzas rusas se suma a un creciente cuerpo de evidencia de presuntos crĂmenes de guerra cometidos por tropas y funcionarios rusos en las partes de Ucrania que ocuparon este año, despuĂ©s de que el presidente Vladimir Putin ordenĂł una invasiĂłn y lanzĂł una guerra a gran escala.
Las fuerzas rusas han dejado un rastro de destrucciĂłn y crueldad en toda Ucrania, incluso en Bucha, donde fueron acusadas de atrocidades. Nuevos informes de barbarie estĂĄn surgiendo a medida que el ejĂ©rcito de Ucrania libera mĂĄs ciudades despuĂ©s de meses de ocupaciĂłn, y mientras las autoridades y los grupos de derechos humanos intentan documentar estos actos de inhumanidad con la esperanza de algĂșn dĂa llevar a los perpetradores ante la justicia, tal vez ante un tribunal internacional.
Rusia controló Izyum, una pequeña ciudad en la región noreste de Kharkiv, de marzo a septiembre, cuando una contraofensiva ucraniana sorpresa obligó a las tropas rusas y colaboradores locales a retirarse råpidamente. En las semanas transcurridas desde que Ucrania retomó su territorio, han surgido detalles horribles sobre algunos de los delitos mås graves que las fuerzas rusas supuestamente cometieron durante su violenta ocupación.
Los civiles que sobrevivieron a la ocupaciĂłn han relatado otros casos de violaciĂłn y tortura a manos de tropas rusas y respaldadas por Rusia. Algunos de los cientos de cuerpos civiles recuperados de un sitio de entierro masivo en Izyum mostraban signos de tortura, dijeron funcionarios ucranianos.
Alla compartiĂł su historia con The Washington Post con la condiciĂłn de que solo se usara su primer nombre. El Post tampoco estĂĄ nombrando a su esposo, o hijo, para proteger su identidad.
Los periodistas del Washington Post visitaron dos veces el sitio donde fue encarcelada, una vez de forma independiente y una vez con Alla y su esposo. Su relato fue consistente con lo que los periodistas del Post encontraron dentro, incluido su nombre y otros detalles aĂșn garabateados en la pared.
Era imposible verificar de forma independiente cada detalle del caso de Alla. Pero en una investigaciĂłn sobre la tortura en Izyum, Human Rights Watch hablĂł con otros ocho hombres y otra mujer que fueron detenidos en la clĂnica durante la ocupaciĂłn rusa, dijo Belkis Wille, investigadora principal de la divisiĂłn de conflictos y crisis del grupo. La mujer le dijo al grupo que fue amenazada con violaciĂłn, pero no agredida sexualmente. Un hombre que fue retenido en un garaje en la clĂnica durante el mismo tiempo que Alla informĂł que escuchĂł gritos de mujeres y soldados hablando de negar comida a una prisionera porque no habĂa realizado un acto sexual, dijo Wille.
Alla tambiĂ©n mostrĂł a los periodistas de The Post un video de sĂ misma despuĂ©s de regresar a casa, en el que parecĂa demacrada y despeinada.
El acoso comenzĂł a mediados de marzo.
DespuĂ©s de sobrevivir a los intensos bombardeos, Alla desafiĂł un puente peatonal a travĂ©s del rĂo que atraviesa Izyum para verificar el apartamento vacĂo de su hijo cerca del centro de la ciudad. En su camino, encontrĂł una escena de ruina: cadĂĄveres yacĂan a los lados de la carretera, y habĂa edificios destruidos por todas partes que miraba.
Los vecinos de su hijo le dijeron que los rusos habĂan visitado el edificio, le preguntaron por su hijo, que estaba trabajando en otro lugar de la regiĂłn de JĂĄrkov, y registraron su apartamento. Los hombres âcomenzaron a sacar todoâ, recordĂł, incluyendo su mĂĄquina de cafĂ©, reproductor de CD, televisiĂłn y lavadora. Temiendo que todas sus pertenencias fueran saqueadas, trasladĂł los objetos de valor que le quedaban a la casa de un amigo cercano.
Ese mismo mes, las fuerzas rusas comenzaron a visitarla a ella y a su esposo en su casa. Primero dijeron que estaban buscando armas o querĂan fotos de su hijo, que fue desplegado para trabajar fuera de Izyum. MĂĄs tarde comenzaron a buscar en su telĂ©fono, interrogando a ella y a su esposo sobre si su hijo se escondĂa en Izyum e insistiendo en que deberĂa colaborar con Rusia.
Los soldados tambiĂ©n les dijeron que los vecinos de su hijo les habĂan proporcionado inteligencia sobre su familia. Nos estaban âamenazando todo el tiempo, diciĂ©ndome que si mi hijo colaboraba con ellos, no nos tocarĂan, todo estarĂa bienâ, dijo Alla. âVivĂamos con miedo constante, pero no nos tocaban, no nos torturabanâ.
Al igual que muchos otros civiles, Alla y su esposo sabĂan que podrĂan estar mĂĄs seguros en otros lugares, pero temĂan dejar atrĂĄs a sus padres ancianos.
Luego las demandas de los rusos se intensificaron.
El alcalde de Izyum designado por Rusia y los hombres que se identificaron como agentes del FSB pidieron repetidamente a Alla que volviera a su trabajo en la compañĂa de gas de Kharkiv. El suministro de gas se cortĂł a gran parte de la ciudad y los funcionarios rusos querĂan volver a encenderlo. Alla insistiĂł en que no volverĂa a trabajar y que, como gerente, no tenĂa la experiencia tĂ©cnica que necesitaban. Cuando finalmente visitĂł su oficina, encontrĂł la puerta pateada y sus pertenencias al revĂ©s.
Al dĂa siguiente, el 1 de julio a las 11 a.m., dos autos se detuvieron afuera de su casa, ambos blasonados con la âZâ rusa. Unos 10 hombres saltaron de los vehĂculos, incluidos los que los habĂan visitado antes. ââÂżEstabas diciendo que no irĂas a trabajar?ââ, Alla los recordĂł gritando. âÂżFuiste a la oficina de gas y mandaste por allĂ? Ahora, prepĂĄrateââ.
Los hombres colocaron bolsas sobre las cabezas de Alla y su esposo, les ataron las manos con cinta adhesiva y las metieron en los baĂșles de cada automĂłvil.
Con los ojos cubiertos, Alla no sabĂa a dĂłnde la llevaban. Luego los autos se detuvieron y los soldados saltaron. ââVamos a vencer al ucraniano fuera de ti aquĂ, no saldrĂĄs de aquĂ vivoââ, le dijeron. âO aceptas nuestras reglas y reconoces que vives en Rusia o desaparecerĂĄs. Nadie te encontrarĂĄ, nuncaâ. "
Luego empujaron a Alla a travĂ©s de una puerta, le desataron las manos y se quitaron la bolsa que le cubrĂa los ojos. Estaba dentro de un pequeño cobertizo oscuro con un piso de cemento. Los hombres cerraron la puerta con llave y dijeron que volverĂan pronto.
Una hora mĂĄs tarde, seis hombres regresaron al cobertizo, le colocaron la bolsa sobre la cabeza y la llevaron a otro edificio cercano, donde le exigieron que se desnudara. Cuando ella se negĂł, âme desnudaron a la fuerza, me pusieron sobre la mesa y comenzaron a tocarme, en todas partesâ, dijo.
Se rieron mientras la manoseaban. âEntonces me estaban echando de rodillas, gritando: âOh, eres ucraniano. ÂżSabe lo que hacemos con las mujeres ucranianas y las madres de los oficiales del Servicio de Seguridad de Ucrania?â, explicĂł Alla. âLos atamos desnudos en la plaza principal y enviamos fotos de ellos a sus hijos para que vean lo que podemos hacer a sus padresâ.
El comandante hizo reglas sobre cĂłmo debĂa comportarse Alla, amenazĂĄndola con golpearla si desobedecĂa: cuando los hombres entraban en el cobertizo, debĂa estar desnuda de cintura para abajo y mantener la espalda hacia ellos.
Inicialmente se negĂł. âÂżQuĂ© quieres decir con que no te quitarĂas la ropa? ÂżCrees que puedes discutir con nosotros?â recordĂł que el comandante le dijo. âEmpecĂ© a llorar y a gritar, pero Ă©l me quitĂł la ropa y preguntĂł a sus soldados quiĂ©n serĂa el primero en violarmeâ.
Los asaltos, llevados a cabo por el comandante, generalmente comenzaban despuĂ©s de las 4 p.m., cuando los hombres regresaban a la clĂnica.
Durante tres dĂas, el comandante la tocĂł por la fuerza y la obligĂł a practicarle sexo oralmientras mantenĂa a su esposo como rehĂ©n en un garaje cercano. Alla dijo que podĂa escuchar a su esposo gritar mientras las tropas lo golpeaban, y escuchĂł al comandante decirle âa mi esposo que me violĂł y que ambos lo disfrutamosâ.
El cobertizo estaba tan tapado que le resultaba difĂcil respirar y tuvo que quitar un ladrillo suelto de la pared para tratar de obtener aire fresco. Ella rogĂł a los soldados por medicamentos contra la ansiedad, que ellos proporcionaron. TambiĂ©n le dieron dos cubos, uno para usar como inodoro y el otro para gachas y pan duro. A travĂ©s de un agujero en la pared, una vez vio a los hombres que escoltaban a su esposo de regreso al garaje, golpeados tan gravemente que apenas podĂa ponerse de pie.
âEstaba decidida a suicidarme. HabĂa algunos picos dentro del granero, y tenĂa un sostĂ©n, asĂ que pensĂ© en ahorcarmeâ, dijo. âNo funcionĂł. Me puse a llorar. Estaba llorando todo el tiempo. Me escucharon llorar y regresaron, y comenzaron a acosarme de nuevoâ.
A medida que pasaban los dĂas, los hombres continuaron exigiĂ©ndole informaciĂłn sobre el suministro de gas en Izyum, en un momento dado, le dieron una descarga electricidad en los pies y rĂan mientras yo gritaba. âNo puedo expresar quĂ© tipo de dolor fueâ, dijo. El comandante tambiĂ©n le preguntĂł sobre el dinero en su tarjeta bancaria y en su casa, que luego se dio cuenta de que robaron, dijo.
Durante dĂas, mientras la interrogaban, los hombres la acusaron de mentir incluso sobre informaciĂłn bĂĄsica. Al final, despuĂ©s de exigirle detalles sobre cĂłmo extraer y distribuir gas natural en Izyum, los rusos dijeron que estaban satisfechos con sus respuestas y que ella y su esposo serĂan liberados, una decisiĂłn que la pareja aĂșn no entiende completamente.
El 10 de julio, les vendaron los ojos y los arrojaron a una gasolinera al costado de la carretera. Después de tomarse un tiempo para sanar, huyeron a través de Rusia, Bielorrusia y Polonia hasta llegar a una parte de Ucrania no ocupada por Rusia, donde Alla recibió tratamiento ginecológico debido a sus repetidas agresiones.
En septiembre, dĂas despuĂ©s de que Ucrania liberara Izyum, Alla y su esposo regresaron a su ciudad natal por primera vez. Con los rusos desaparecidos, su hijo tambiĂ©n ha podido regresar. Apoyada contra la pared fuera de su casa, Alla se volviĂł hacia su esposo.
âÂżLes creĂste cuando dijeron que me estaban violando?â, le preguntĂł.
Hizo una pausa. âNo sabĂa quĂ© creerâ, respondiĂł. Dijo que solo podĂa esperar que no fuera cierto y que fuera una forma de tortura psicolĂłgica que los soldados estaban usando contra Ă©l.
Dos dĂas despuĂ©s, regresaron a la clĂnica abandonada donde fueron torturados apenas dos meses antes.
Dentro del edificio principal de la clĂnica, donde Alla y otros detenidos fueron torturados, las palabras alemanas âLa verdad te liberaâ estaban garabateadas en la pared en lo que parecĂa ser un guiño al uso de los nazis de âEl trabajo te liberaâ, el eslogan en la puerta de Auschwitz y otros campos de concentraciĂłn nazis.
Alla entró en el cobertizo donde estaba retenida, con los ojos escaneando la pared para buscar las marcas que dejó, algunas ahora rayadas en lo que cree que fue un esfuerzo por borrar la verdad de lo que las fuerzas rusas le hicieron. Retiró la cubierta de la ventana tapiada. Encontró los paquetes de sedantes en el suelo. Señaló la esquina donde movió un ladrillo para obtener luz y aire fresco, luego las varillas de metal donde trató de ahorcarse.
En el garaje donde estaba detenido su esposo, Alla encontrĂł el sucio colchĂłn de espuma amarilla en el que habĂa dormido y la ropa sucia que usaba como almohada.
Su calvario habĂa terminado, pero el trauma no.
âSomos ucranianos. Siempre estuvimos a favor de Ucraniaâ, dijo. âPor eso, fuimos castigadosâ.
(c) 2022, The Washington Post | Infobae
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